Sueño frustrado
Por: Carlos
M. Rentería
Este relato hace parte
de la vida de un habitante de la calle que
inesperadamente se me acercó un día cualquiera y me contó su historia.
Cuando uno esta empezando a conocer la vida siempre sueña
con tener o pertenecer a una familia bonita, con valores, llena de
expectativas, con sorpresas agradables y sueña también que uno es protagonista
ya sea por que se casa y la esposa buscada, soñada y anhelada que le da una
familia hermosa, son pieza clave y encajan en la familia, es decir, que la
esposa le cae bien a las hermanas que es mucho decir y que las hijas e hijos
propios son la adoración tanto para los primos como para los tíos de una parte
y de otra.
Cincuenta años después, la realidad supera la ficción, la
familia que me tocó a mí, pasó de ser una familia soñada a una familia del
montón, ya los sueños de niño se esfumaron con el tiempo y los valores con los
que soñaron papá y mamá se fueron al traste. La esposa soñada y anhelada se me
fue en dos oportunidades debido a que para mi familia es más importante el
dinero, la posición social, el barrio o ciudad de donde vienes, el color de tu
piel, etc., pero nunca se fijarán en los valores que nacen, se reproducen y
nunca mueren en un ser humano. La única hija fruto de un amor nunca olvidado y
que me lleva a mis recuerdos con nostalgia y mucho amor, ha tenido que pasar al
anonimato por su seguridad, la protejo de malas influencias y porque nunca me
perdonaría que por una imprudencia de propios o extraños le sucediera algo
grave.
Ahora un poco más maduro hago un balance de mis sueños de
ayer y he llegado a muchas conclusiones que jamás imaginé ni siquiera pensar.
Mis hermanos y hermanas organizaron su vida cada uno independiente de la otra,
la unión de que hablaban y soñaban mis papás quedó no el papel sino en sueños
de viejos soñadores, sueños de ayer. Ahora
cada uno se mueve en su propio eje y cada uno hace lo que le place sin importar
si lo que le pase al vecino. Cuando hablo de que mi familia es algo particular
es porque tocó meterla dentro del montón, la prefiero allí en donde están todas las familias que uno
encuentra en el camino de la vida, en donde está el común de la gente, de
adonde nunca debimos haber salido.
En mi familia por ejemplo, hay infidelidades de personas
que uno jamás imaginó, como dice el dicho popular: salieron a buscar en la
calle lo que tienen bien servido en la casa; otras por el contrario se
dedicaron a ofrecerlo al mejor postor, a quién se le hubiese ocurrido años
atrás cuando era tan solo una niña de primera comunión, verla hoy en el estado
en que se encuentra, repartiendo amor a diestra y siniestra, cobrando lo que le
place por unos minutos de felicidad y de goce; de los hombres de la familia ni
se diga, afortunadamente a ninguno le dio el gusto por el mismo género, pero
sin embargo hay tramposos en los negocios, atracadores callejeros, algunos son
buscados internacionalmente por estafa o por terrorismo, en fin, esa es mi bonita
familia.
Que dirían mis padres si bajaran del cielo y miraran la familia
que tanto anhelaron y que hoy esta sumida en el abandono y en la mediocridad,
que dirían las mujeres chismosas de pueblo que algún día nos imaginaron
convertidos a unos en médicos, ingenieros, políticos, mejor dicho en otro plan
diferente al que nos vemos ahora, si todas esas personas nos miraran de frente
tendríamos que ver la sonrisa hipócrita de todos ellos, porque los sueños de
niño, con los que deliré toda mi vida, se esfumaron debido al afán de tener
dinero en montones de algunos, buenos carros de otros, buenas casas para unos
cuantos, viajar para la mayoría sin importar el lugar del mundo, de darse
gustos, pero acosta del sufrimiento de todos los demás, porque aunque no lo
crean aún nos afecta en grupo o individualmente cuando oímos en la radio o la
televisión y aún peor cuando lo vemos plasmado en un periódico, la fotografía
de algunos de nuestros familiares, ya sean sobrinos, hermanos o cuñados
involucrados en hechos ilícitos, eso duele, duele en el orgullo, duele en alma,
duele porque eso desvaneció el sueño de mis padres, sueños que hoy se los llevó
el viento y que nunca volverán.
Para reconstruir mis sueños tengo que hacer dos cosas:
una volver a nacer y otra tener o pertenecer a otra familia diferente en donde
sea más importante la persona y el ser que uno lleva adentro que los lujos y
las comodidades.