lunes, 2 de septiembre de 2013

IV Internacional de Relato Corto y Poesía Caños Dorados

Repetimos en ésta oportunidad el Premio Caños Dorados, ésta vez en su IV edición. También en la modalidad de Relato Corto con mi obra La Propuesta. A continuación el acta del concurso.






La Propuesta

Por: Carlos M. Rentería

Ella, una mujer de ciudad pero ante todo una dama de sociedad, victima de los comentarios de propios y extraños, era una mujer alta con buenos pechos, un cuerpo envidiable por muchas e incluso para las mujeres más jóvenes, unos ojos azules como el mar, una mirada dulce, cariñosa, amable, deseada. Esa noche todas las miradas estaban puestas en ella, todos los hombres la deseaban, pero ella solo sentía amor, deseo y pasión por su esposo, el hombre que sembró en ella sus hijas, fruto del deseo y la pasión, del amor y del respeto que sentía cada uno por el otro, el hombre que hasta hace una semana le hacía el amor con extraña pasión y a ella le gustaba y cada vez lo repetía en público, que ella era mujer de un solo hombre. Paolo como se llamaba, murió semanas antes de un infarto extraño por demás. Ella, sin embargo, en medio de su duelo asistió a la reunión sin medir las consecuencias que esto le podría causar, además por su condición de viuda deseada por hombres e incluso por algunas mujeres sin medida. En medio de la noche había un hombre extraño que la miraba tímidamente, pero ella solo tenía ojos para su marido aunque muerto estuviera, ella no podía dejar que las habladurías de los asistentes opacaran su dolor por su ausencia. Pero de repente se le acerco un hombre y le dijo algunas palabras dulces al oído, ella sin embargo celosamente lo escucho y sonrío por unos instantes, la mirada oculta, sus pechos erectos por las palabras de un desconocido que tocó hasta lo más intimo de su ser, una lágrima temerosa apareció súbitamente y sus pensamientos expresaron sentimientos. Cuando se dio cuenta de que la naturaleza de un hombre cualquiera saciaría su deseo, sintió compasión. Extraña compasión, que se dirigía a quien fuera que fuese el escogido. Ya que competía al hombre sucumbir ante las propuestas, sin derecho a rechazarlas”.
Ella sin embargo salió aterrorizada del lugar y corrió hacia su casa esperando que el hombre no la siguiera y ella desfallecer ante sus halagos, llegó a su casa, abrió la puerta y entró a su casa, cerró la puerta con fuerza, se recostó en ella y empezó a cavilar sobre lo sucedido, su piel estaba mojada, sus ropas transparentes, ella sabía que aquel hombre había hecho pedazos su luto y que todo lo que deseaba en ese momento era tenerlo entre sí, pero sabía que eso no iba a suceder, pero quería soñarlo y lo estaba logrando. Luego salió despacio para su cuarto se sentó al lado derecho de su cama, se acerco por un momento a la mesa de noche donde reposaba su rosario, una vela y una imagen de su marido ya fallecido, luego miro hacia afuera de la calle y vio que la gente corría de un lado para otro y no se explicaba el porque, en sus pensamientos solo estaba la imagen de aquel hombre que minutos antes la miró fijamente y se le acerco tímidamente, no era parte de un sueño, por el contrario era la mejor propuesta que le habían hecho luego de que su amado esposo en su lecho de enfermo le había comunicado que nunca nadie se fijaría en ella, porque el había sido el primero y único hombre en su vida y que esos besos y caricias nunca se podrían repetir. A pesar de ello, en su corazón y en su pensamiento, descansaba la imagen de aquel hombre. Horas más tarde se tiró en su cama y fantaseó por un momento, las palabras de aquel hombre daban giros en su cabeza y ella tenía que soñarlo, para percibirlo, para imaginarlo y para desearlo, la propuesta de ese hombre había cambiado su duelo, las palabras de su marido en ese momento se había esparcido en el aire, en el ambiente, en sus recuerdos, solo existía en su ser, las frases impertinentes que le había dicho ese hombre pero que ella en el fondo las creía como propias, porque a esa mujer eso le había hecho falta que un verdadero hombre la tratase como una cualquiera para que ella reaccionara. Eso hizo que esta mujer se derrumbara del pedestal en donde se había posado por toda su existencia. luego de esa noche, fue una mujer cualquiera, una mujer común y corriente, igual que todas las mujeres que son poseídas toda su vida por un solo hombre.